Diario El Mercurio: «Contaminación acústica debido a la actividad humana amenaza la vida bajo mares y ríos»
Diario El Mercurio. Lunes 03 de febrero de 2020.
Entrevista a Dr. Alfio Yori, Académico de Ing. Acústica UACh
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Una realidad que podría estar relacionada con varazones de cet´ceos que pierden la orientación y también con problemas de reproducción o conductuales.
¿P ara qué mides el ruido que hay debajo del agua si no se siente? Es la pregunta que habitualmente le hacen a Alfio Yori, ingeniero acústico de la Universidad Austral (UACh) y doctorado en la Universidad Técnica de Berlín, cada vez que lo ven instalando singulares instrumentos flotantes que registran qué significa, en términos acústicos, el paso de un barco o la construcción de un puente.
“Hoy todo está dirigido a medir la transmisión aérea del ruido y hay un montón de normas para proteger al ser humano y ponemos límites máximos de emisión en distintas situaciones”, explica. En cambio, bajo el agua —dice— hay muy poca información, porque existe la percepción errada de que si el ruido no molesta al hombre, no es un problema.
Pero bajo el agua viven desde cetáceos hasta pequeños invertebrados que están acusando sus efectos, asegura este investigador, quien se ha especializado en este nicho poco explorado en las mediciones acústicas porque cree en la necesidad de conservar y preservar esa biodiversidad de este particular tipo de contaminación.
Lo primero que hizo fue desarrollar un sistema de medición para poder hacer registros bajo el agua y así cuantificar la intensidad o potencia acústica del sonido en esas condiciones. “De esa forma podemos conocer si ese ruido va a tener impacto o no sobre algún ser viviente”, dice.
Cada cierto tiempo se producen varamientos de distintas especies, sobre todo cetáceos. Una de las teorías que se manejan es que algunos podrían estar vinculados a actividades ruidosas generadas por el ser humano, lo que hace que estos animales terminen en la costa incluso sin darse cuenta.
Desorientación y sordera
La razón es que los cetáceos usan las ondas sonoras de la misma forma que los humanos usamos la luz —que es una onda electromagnética— para ver. Bajo el agua, las ondas sonoras se propagan de forma más sencilla y a mucha más distancia que la luz.
En este contexto, los cetáceos desarrollaron un sistema auditivo que les permite ubicarse en el entorno. “Ellos saben así su posición, a qué distancia están de la costa o de un barco, dónde están sus crías y a qué profundidad. Si nosotros contaminamos ese ambiente con ruido, lo que estamos haciendo de cierta forma es dejarlos medios ciegos”, asegura Yori.
No solo pueden ver afectada su orientación, sino que incluso puede provocarles daños fisiológicos si el sonido es demasiado fuerte, es decir, una sordera parcial o incluso permanente.
También podría generarles cambios conductuales, porque el ruido los puede asustar o ahuyentar, dice. Esto puede afectar ciertas conductas como el apareamiento, la alimentación o hasta se pueden perder las crías si el escape es muy apresurado.
A juicio del especialista, lo que debería hacerse cada vez que hay un varamiento sería hacer autopsias para determinar las causas, pero no siempre las universidades o la autoridad pesquera tienen recursos para mandar especialistas a estudiar los tejidos antes de que se descompongan.
Se ha podido comprobar que algunos de estos animales varados presentan burbujas de gas dentro de sus órganos, una especie de embolia. La razón probable es que estos animales están a mucha profundidad y quizás por un ruido, un radar —por ejemplo—, debieron emerger muy rápido a la superficie. Es algo parecido al mal de presión que sufren los buzos cuando pasan del ambiente acuático a la superficie sin tomarse el tiempo necesario. Yori explica que el impacto en los mamíferos marinos depende de la frecuencia del ruido y de su intensidad. En el caso de los ruidos de baja frecuencia, los más afectados son las grandes ballenas o misticetos, como la azul, fin, sei, franca o jorobada.
En cambio, los ruidos que generan alta energía en las frecuencias más altas afectan más a los odontocetos, como los delfines o las orcas. “Mientras los misticetos escuchan hasta los 35 mil Hertz, ellos escuchan hasta 160 mil Hertz. Es lo mismo que ocurre entre humanos y perros”.
En tanto, los pinnípedos (lobos marinos, elefantes marinos y focas) tienen un umbral auditivo que se ve más afectado por las frecuencias altas.
Por ejemplo, el motor de un barco está en torno a los 200 Hertz, por lo que lo escuchan en mayor medida las ballenas grandes. Para los otros animales, el sonido resulta más débil.
Pero, además, las embarcaciones generan el llamado ruido de cavitación, que es resultado de unas microburbujas que forman las hélices del barco al girar. Al alejarse la nave, estas burbujas implotan (se comprimen) y emiten un sonido que va de frecuencias medias a altas, por lo que afecta a la mayoría de las especies.
En cuanto al sonar —instrumento que emite un sonido cuya propagación usan los submarinos bajo el agua—, hay de alta y baja frecuencia, por lo que según sus características pueden afectar a distintas especies.
Otro ruido que afecta a todos por igual es el hincado de pilotes cuando se construyen puentes u obras, como muelles o generadores eólicos marinos. El martilleo genera un ruido de mucha energía que presenta múltiples frecuencias. “Ese es uno de los peores ruidos que se puede escuchar debajo del agua”, reconoce Yori.
Potencia y velocidad
La contaminación acústica ha ido aumentando bajo el agua, en especial por el tráfico marítimo y también los proyectos de construcción en las costas, asegura el ingeniero acústico de la UACh, Alfio Yori.
En el estuario del río Valdivia, donde hizo sus primeras calibraciones, los niveles son bastante altos, reconoce. La contaminación máxima es por las embarcaciones. Hay algunas pequeñas, con motores de 50 caballos de fuerza (HP), pero otras bastante grandes, con motores de hasta 400 HP. Si uno se pone bajo el agua y compara el paso de estas dos embarcaciones, la diferencia es tremenda. Y no solo depende de la potencia, sino también de la velocidad con que pasa la embarcación. De ahí que una de las propuestas es establecer máximos de velocidad en zonas con presencia de mamíferos marinos para atenuar el ruido.
El especialista forma parte de una mesa de trabajo del Ministerio del Medio Ambiente cuyo objetivo es incluir al ruido submarino en los futuros estudios de impacto ambiental y ya muchas consultoras han comenzado a incluir este contaminante en sus estudios.
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